Poco antes, a finales del siglo XIX, había aparecido el concepto de masa: para entender esta idea tenemos que tener en cuenta tanto los procesos industriales de la época como la prosperidad económica de finales de siglo. Además, el fortalecimiento del capitalismo trajo consigo expasión de las ciudades. Es bien sabido que los movimientos migratorios desde zonas rurales a las ciudades fueron claves en el desarrollo de estas. Este nuevo grupo social de trabajadores emigrados, habían crecido en sociedades cerradas y pequeñas por lo que, al pasar a grandes urbes, generaban, en seguida, un gran sentimiento de desarraigo. Por ello, uno de los conceptos más explotados en la Modernidad es el del anonimato, reflejo de la lucha por mantener la identidad propia en una sociedad indefinida que crecía sin parar.
El arte de masas, por tanto, se define como aquel que utiliza los elementos de producción del nuevo capitalismo, así como las características de este: tiene que ser una obra de arte con un alto número de copias; producida y distribuida por tecnología de masas; y la produción ha de ser intencionalmente creada para que, estructuralmente, llegue al mayor número de personas posibles con el esfuerzo y el contacto mínimo. Así, el arte pierde su elemento liberador y deja al arte como herramienta para la manipulación de las masa. Por lo tanto, se comienza a comerciar con el ocio del individuo, llenando su tiempo con objetos culturales producidos por la sociedad capitalista misma.
Dentro de la nueva lógica de mercado y consumo, los nuevos parámetros para medir el arte serán su eficacia y su utilidad. De este modo, la obra de arte se homogeniza, convirtiéndose en producto para la compra-venta. El valor del objeto de cultura se medirá en base a su valor como mercancía. Todo esto nos lleva al nacimiento de la llamada cultura industrial, que no siempre se ha interpretado de modo negativo: para T.W. Adorno este tipo de cultura no trae más que entretenimiento y conformismo; pero para W. Benjamin (un señor al que adoro a pesar de ser judío), la reproductibilidad técnica trae la posibilidad de llegar a un público más amplio, democratizando la cultura y el arte. A pesar de que la reproductibilidad destruye el "aura" de la obra, es decir, su singularidad formal, su ahora y aquí y su tradición, desde el momento que colocamos una obra de arte ante la masa esa presencia será irrepetible. La reproductibilidad cumple una función social (que luego derivó en utilización política, pero eso es otra historia).
Tres ejemplos paradigmáticos: Duchamp, Warhol y Koons.
1) Marcel Duchamp, La Fontaine (primera copia de 1917).
Duchamp supone, además, otro punto de inflexión: separa al arte de la categoría de lo bello (al fin y al cabo se trata de un objeto) y reivindica lo cotidiano y lo común (al fin y al cabo se trata de un objeto). L´art pour l´art. La clave para el movimiento de vanguardias no será el producto si no el gesto. Cuando el disturbio toma el poder, el arte se vuelve peligroso y la destrucción se torna como nueva categoría estética. Al fin y al cabo, el producto no sobrevive al tiempo y al espacio, si no que desacraliza estas mismas categorías también: históricamente, el arte ha pertenecido a los estamentos de poder pero, es en el siglo XX, cuando se revela como subversivo. Benjamin tenía esperanza de que el arte se pudiera utilizar como herramienta revolucionaria y se consiguió mediante la reproductibilidad: la democratización del arte permitió que este llegara a un público más amplio, multiplicando el potencial revolucionario del arte (nunca me había imaginado escribiendo "potencial revolucionario" puaj). Para Benjamin las opciones culturales derivaron en las vanguardias de principio de siglo (a las cuales pertece Duchamp) y en nuevos valores como la originalidad.
2) Andy Warhol, Brillo Box (New York, 1964)
Es un ejemplo del consumo de cultura. Arthur C. Danto acudió en calidad de crítico a una pequeña galería de Nueva York y creó un icono llamado Andy Warhol. Al triunfar este, se echó la mirada hacia atrás y descubrieron a Duchamp entre los precesores de Warhol, hasta entonces menospreciado. Este suceso subrayó la importancia de la crítica y del discurso a la hora de crear una obra de arte. Las Brillo Box de Warhol inaguraron una nueva categoría estética: lo indiscernible.
Mediante los objetos cotidianos de Duchamp, lo producido en serie entró en el mundo del arte. Con Warhol este objeto y el arte son indiscernibles, ya que rompe también con el gesto de la descontextualización. En consecuencia, se hace necesario indagar acerca de las razones del arte, es decir, encontrar razones para discernir entre que es y que no es arte. La clave estará entonces, en saber comunicar estas razones, subrayando así la necesidad de los críticos a la hora de descibrar la ontología de la obra de arte: el crítico es el descubridor de las razones del arte, el autor de los juicios estéticos (al modo kantiano). La necesidad del discurso nace pues, de la categoría artística de lo indescernible, es decir, cuando para discernir entre objeto y obra de arte se necesita de la elaboración de razones. Por lo tanto, se necesitará la labor del crítico artístico, una mirada hábil en la experiencia artística, para ayudar a distiguir lo que es y lo que no es arte, así como para justificar porque un objeto resulta ser arte. Fue Heidegger en su opúsculo El origen de la obra de arte donde adelanto la problemática entre obra de arte y objeto.abre un nuevo campo semántico para el arte: la verdad. Las verdades poéticas tienen mayor valor que las científicas ya que intentan expresan lo inexpresable. Para Heidegger la estética será la poética del arte de lo inexpresable.
Este tipo de reivindicación del arte nace en el siglo XVIII. de la mano de Kant y su idea de la autonomía del arte y la teoría del desinterés estético: según esta teoría el objeto artístico es un fin en sí mismo y no un medio para otro fin. Este punto, sumado al giro lingüístico acaecido en el siglo XX, hace que sea innegable que el arte es un lenguaje en sí mismo, eso si, un tipo de lenguaje muy diferente: las proposiciones y las oraciones gramaticales no son capaces de contener las concepciones artísticas que ocurren fuera del mundo. Dentro de los juicios estéticos los límites son injustificables. De este último punto nacen los tres aximas más importantes (y discutibles) del arte contemporáneo: anything goes, everybody can be an artist y everybody can be a critic.
3) Jeff Koons, Lobster (Versalles, 2008)
Koons es el perfecto ejemplo de la cultura de consumo, él como paradigma del genio de hoy en día y Lobster porque es la obra de arte por la que más dinero se ha pagado de un artista vivo, es decir, ejemplo del arte como producto de consumo. Koons en su señor que ha creado un imperio dentro de la sociedad de mercado y consumo. Sería el peor sueño de Adorno, Horkheimer y Benjamin (la obra de Koons no tiene aura, ni estilo propio, ni originalidad... son puros productos de mercado) pero, le queremos un poco más por haberse casado con esa reina del porno llamada Ciccolina y haber sido parodiado en Muchachada Nui.
El bueno de Jeff trabajaba como asesor de mercado el la Bolsa y decidió pasarse al mundo del arte al analizar los beneficios que este podía aportar. Después de analizar el mercado del arte y hacer estudios sobre los compradores, comenzó a producir "mercancía" artística, cambiando de estilo cada vez que intuía cambios en el mercado. Así, el estilo de Koons se puede dividir en varias fases: los hinchables tipo Tulipan, las fotos porno con Ciccolina, las esculturas kitsch o los cuadros pop-art.
Pero no juzguemos precipitadamente: Koons ha demostrado ser un economista brillante porque no solo ha adecuado su estilo a las leyes de la economía de marcado si no que ha ido más allá. Sus obras no son meras mercancías, si no que además Koons ha creado franquicias con sus obras: la mascota bilbaína por excelencia, el Puppy es una de ellas, es decir, si ahora que se acerca el día de la madre y no teneis regalo, solo teneis que pagar un módico precio y unos señores os instalaran el perro verde donde querais. Lógicamente, esto rompe con la idea tracional del autor y como bien describieron Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración son objetos estéticos ejemplo de la cultura de la decadencia. Parece que con Koons se acaba la fascinación por el mundo que producía el arte.
Con todo, y como bien reza el epitafio de Man Ray en Montparnasse: unconcerned but not indifferent. Creo que en esto tiene que estar la clave: asumir un posición-en-el-mundo, rechazando las demás pero no por ello olvidándolas. Porque... ¿Quién puede evitar, que yo, sin más y sin ningún tipo de interés, sienta? La ética no al menos.
7 comentarios:
El siguiente paso lo van a marcar esperpentos como la Wikipeli. Es el paso más lógico después de que los estudios se pusieran a hacer pases de prueba para hacer cambios conforme a los gustos del público antes de estrenar una película. El arte a la carta, vamos. Que el público, o una parte representativa (la chusma) de él, hagan las propias obras, aunque sea representados en un director/autor marioneta.
Por cierto, la entrada un coñazo eh?
nena, un respeto a los judíos que a ver de dónde crees que salen todas estas narices que te rodean. zorionak! escribe más!háblanos de lo bello!
buah no he leido ni un parrafo
NO VALE SUBIR LOS TRABAJOS DE CLASE
no ofense
(zorionak)
necesito un tiempo para leerlo pero lo leeré , lo juro
por si alguien no se ha enterado, no se subir imagenes solo hipervínculos. yuju!
en realidad no es un trabajo de clase si no un analis de mis lecturas de los últimos dos años
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